El Cocodrilo y la Cometa

panda

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En un pantano de aguas turbias y sueños nebulosos, vivía Cocodrilo, un ser único en su especie. A diferencia de sus congéneres, Cocodrilo no se complacía en la emboscada ni en la caza sigilosa. En su corazón, latía un anhelo diferente: el anhelo de volar.

Un día, mientras se deleitaba con los rayos del sol que se filtraban entre las hojas, Cocodrilo descubrió una cometa abandonada en la orilla. Sus colores vibrantes - un rojo ardiente y un azul profundo - le llamaron poderosamente la atención. Tomó la cometa, un objeto frágil y ligero muy diferente a la pesada vasija de barro que siempre llevaba consigo, un símbolo de su arraigado pasado.


Con una mezcla de miedo y excitación, Cocodrilo corrió hacia el campo abierto, donde una leve brisa acariciaba las hierbas. Con esfuerzo, desató la cometa en el aire. Por un instante, el viento la tomó en sus brazos invisibles, y un suave tirón hizo que el corazón de Cocodrilo se llenara de una alegría desconocida. El viento, la cometa y Cocodrilo, tres fuerzas de la naturaleza, se unían en un espectáculo único.

Pero el viento es travieso. A veces sopla con fuerza, y a veces apenas susurra. Cocodrilo luchó con la cometa, apretándola con fuerza, hasta que sus dedos se cansaron. Entonces la cometa se fue alejando, con un movimiento de adiós que dejó en Cocodrilo una profunda reflexión.

Cocodrilo regresó a su pantano, con la vasija a su lado, pero con un tesoro aún mayor en su corazón. Había aprendido que aunque sus raíces estuvieran firmemente ancladas a la tierra, su espíritu podía volar tan alto como sus sueños lo deseasen. La cometa, en su fugaz encuentro, le había enseñado la alegría del desafío y la belleza de lo efímero. Sus sueños, como el viento, podrían cambiar de dirección muchas veces, pero la vasija, un símbolo de su pasado, siempre le recordaría su camino de regreso a casa.
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