Leyenda de Cronos y Júpiter


Cuentan que Cronos, temeroso de ser derrocado por sus hijos, devoraba a cada uno en cuanto nacía. Su esposa, Rea, halló una solución: escondió al más joven, Júpiter, en Creta, y le dio a Cronos una piedra que éste tragó sin sospechar. Creció a salvo, alimentado por una cabra llamada Amaltea y cuidados por ninfas en una cueva de la isla. Cuando llegó la hora, Júpiter dejó crecer su poder y, con la ayuda de su madre y Gaia, logró liberarse a sí mismo y liberar a sus hermanos y hermanas que Cronos había tragado: Hestia, Deméter, Hera, Hades y Poseidón.

Así comenzaron los dioses olímpicos su lucha por el trono del cielo. Los Titanes, liderados por Cronos, se opusieron con furia, pero Júpiter no estaba solo: a su lado estaban sus hermanos, y, sobre todo, los Cíclopes y los Hecatónquiros, liberados por él para la guerra. Los Cíclopes forjaron el rayo, arma poderosa que entregaron a Júpiter; con ese trueno, la primera gran batalla, la Titanomaquia, cayó del lado de los dioses olímpicos. Tras años de combate, los Titanes fueron derrotados y aprisionados en el abismo de Tarteso. Los tres hermanos dioses—Júpiter (el cielo), Neptuno (el mar) y Plutón (el inframundo)—repartieron el dominio del cosmos: Júpiter gobernaría el cielo, Neptuno el mar, y Plutón el mundo subterráneo.

Júpiter se convirtió así en el rey de los dioses, señor del trueno y del rayo, protector de las leyes y de la justicia. Su poder era grande, pero también caprichoso: amaba a mortales y diosas por igual, y de sus amores surgieron héroes y reyes. Una de las historias más famosas cuenta su amor por Europa: se dice que se transformó en un majestuoso toro blanco y, seduciendo a Europa, la llevó a la isla de Creta, donde nacieron grandes linajes de reyes, entre ellos Minos, Rhadamanth y Sarpedón.

Júpiter tenía más encuentros con mortales y diosas: con Leto dio a luz a Apolo y Artemisa; con Danae nació Perseo; con Alcmena, Hércules; y así nacieron leyendas de valor, astucia y poder. En muchas historias, sin embargo, su relación con Hera, su esposa, fue tensa y a menudo conflictiva, llena de celos y reconciliaciones.

Además de sus hazañas, Júpiter también imponía justicia y castigaba a los que quebrantaban las leyes de los dioses y los hombres. Entre sus castigos más recordados está el de Prometeo, a quien ató a una roca para que una águila le devorara el hígado día tras día (que volvía a crecer cada noche), por haber entregado el fuego a la humanidad; Heracles más tarde lo liberaría.

Otra gran aventura fue el gran Diluvio: los hombres se habían vuelto desobedientes y malvados, así que Júpiter decidió destruir la humanidad con un gran diluvio. Solo Deucalion y su esposa Pyrrha, obedientes y justos, se salvaron y repoblaron la tierra. Con estas historias, Júpiter quedó como la figura central de la mitología: poderoso, protector de los juramentos, pero también impulsivo y a veces testarudo.

Notas rápidas para entenderlo mejor

  • En la mitología griega el equivalente de Júpiter es Zeus; en la romana se llama Júpiter.
  • Símbolos y atributos: rayo, águila, escudo y cetro; lugar de residencia: el monte Olimpo.
  • Sus roles: dios del cielo y del trueno, protector de la justicia y el orden, padre de muchos dioses y héroes.
  • Sus historias tratan temas como el poder, la autoridad, la paternidad y las complejas relaciones entre dioses y mortales.
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