Un anciano, testigo de innumerables viajes marítimos desde su puesto inmóvil junto al muelle, observa un barco grande navegar hacia el horizonte bajo un diluvio. A sus pies, un pequeño barco de papel rojo se mantiene a flote, un reflejo irónico de su propia inmovilidad. La gran embarcación representa la promesa de aventura y escape que él ya ha perdido, mientras que el frágil barco de papel simboliza una esperanza minúscula, pero presente, de un viaje interior, un recorrido personal que, a pesar de su quietud física, aún puede emprender. Su viaje inmóvil es un viaje a través del tiempo y la memoria, más profundo incluso que el horizonte.
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